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domingo, 15 de abril de 2007

Programa Contacto Canal 13 10/09/2002

Nueva casa nueva vida
Erradicación de los campamentos
Llegaron escapando de la difícil situación de ser allegados. Vieron en el campamento la posibilidad de un hogar digno. Y ya llevan 12 años intentando conseguir una vivienda propia. Esta es la historia de la lucha que vivieron 215 familias de los campamentos Santiago Apóstol y el Cerro de Renca por obtener su casa.
Llegaron escapando de la difícil situación de ser allegados. Vieron en el campamento la posibilidad de un hogar digno. Y ya llevan 12 años intentando conseguir una vivienda propia. Esta es la historia de la lucha que vivieron 215 familias de los campamentos Santiago Apóstol y el Cerro de Renca por obtener su casa, la que desde el 8 de junio tiene un desenlace.

Los sueños comienzan a aparecer
En enero del 2001, el programa gubernamental "Chile Barrio" encargado de la erradicación de campamentos, les impuso a los habitantes de los campamentos lo que para ellos era un enorme desafío: todas las familias debían reunir cerca de 260 mil pesos en una libreta de ahorro para la vivienda, y en un plazo de 18 meses tendrían su departamento.
Pese al aliciente entregado, el alto índice de cesantía y de extrema pobreza, les hacía pensar a muchos que todo era imposible. Aquellos que no lograran la cifra tendrían que irse a otro lugar, porque el campamento sería destruido, quemado y transformado en un parque.
Así comenzó una nueva batalla contra el tiempo para los pobladores, en la que lo más importante era el ideal de la casa propia definitiva. A poco andar, se dieron cuenta que los esfuerzos individuales eran insuficientes y decidieron organizarse para juntar el dinero.
Para solucionar el primer obstáculo se agruparon en los llamados Comités de Vivienda. En ellos se organizaron para salir a vender empanadas, sopaipillas y calzones rotos los días viernes, sábado y domingo. La plata recaudada era repartida entre cada uno de sus miembros
A pesar de todo este esfuerzo, seguía faltando dinero. Ahorrar cuando no se tiene qué comer era un desafío mayor, pero Flor Correa y Sandra Román se decidieron a instaurar una Olla Común en enero de este año. Con ayuda del Hogar de Cristo, lograron repartir una ración de comida -de lunes a viernes- a cerca de 160 personas. A cambio, cobraban 200 pesos semanales por familia y dos kilos de papas al mes. Para los aliños y la ensalada, se hacía una colecta voluntaria.
La organización surgida para lograr el sueño de la casa propia les permitió también mantener la seguridad del campamento. Gracias a ella lograron evitar la droga y la delincuencia.
Aparte de los trabajos colectivos, los pobladores tuvieron que hacer muchos esfuerzos personales para juntar el dinero. Para la mayoría era la primera vez que ahorraban, y tuvieron que ingeniárselas para salir adelante. Algunos optaron por producir y vender alimentos, otros por reparar artículos de automóviles; incluso, hubo uno de los pobladores -el "paparazzi"- que se ganaba la plata sacando fotos a las personas que iban a visitarlos y luego se las vendía. Todo un desafío a la "chispa" del chileno.

Enfrentando el futuro
A pesar del entusiasmo de gran parte del campamento, Rosa Alarcón no quería irse. Tenía miedo de no poder cumplir con todos los pagos que significaría tener una casa propia. Hasta ese momento, las familias pagaban sólo cerca de seis mil pesos al mes por la luz. En sus nuevas casas, Rosa y las familias erradicadas, deberían pagar cerca de siete veces esta cifra entre nuevas cuentas y dividendo.
Debido a los problemas económicos, Rosa intentó suicidarse varias veces junto a sus cuatro 4 hijos, y una semana antes de la erradicación decidió aceptar el departamento. No tuvo alternativa, pues aquel lugar sería destruido y no tendría dónde ir. Aunque le dio pena dejar muchas de sus cosas botadas, se puso a trabajar duro para conseguir el dinero que le hacía falta.

Enfrentando el futuro
En todo el proceso de cambio a una casa propia hay bastante más que muros y techos involucrados. Aparte de las ventajas materiales de tener una vivienda sólida, hay sueños e ideales cifrados en un proyecto que cambia toda una vida. En definitiva, esperanzas en un futuro más digno.

Los resultados llegan
Finalmente, la primera semana de junio, a una semana del plazo final, los esfuerzos dieron sus frutos. Los pobladores lograron reunir el dinero ayudados por programas de televisión, El Hogar de Cristo y la Municipalidad de Renca.
Para celebrarlo, el campamento organizó su propio show, y aunque todavía no tenían las llaves en su poder, el hecho que se concretara el desafío asumido meses antes era un gran motivo para festejar. En una semana más estarían en sus nuevos departamentos.
Cuando comenzaron a despedirse de su campamento, los pobladores tuvieron que sufrir un inesperado desastre: el temporal más grande de la década sobre Santiago. La mayoría -en la urgencia de conseguir el ahorro necesario- ya había vendido las mediaguas que tenían y la situación se estaba volviendo caótica.
Ante la posibilidad de una avalancha de barro y rocas que arrasara todo el campamento, las autoridades decidieron trasladar de emergencia a todos los pobladores. La fecha oficial se adelantó en 4 días, y la erradicación finalmente llegó.
Debido a las condiciones de emergencia del traslado y la fuerte lluvia, muchas cosas quedaron botadas. Los sentimiento comenzaron a encontrarse. Por un lado estaba la pena de dejar todos los recuerdos de ese lugar, pero también existía la emoción de recibir un nuevo sueño.
Al día siguiente del traslado de las familias se comenzó de inmediato la prometida destrucción del campamento. En las nuevas viviendas, los pobladores comenzaban a reconocer sus espacios.
Los departamentos miden cerca de 46 metros cuadrados y tienen dos habitaciones, por lo que Ana León se las ha tenido que arreglar en este espacio con los 11 miembros de su familia. A pesar de la estrechez, Ana se siente muy feliz por su nueva casa.
Como ella, son cientos de caras felices la que rondan en la población. Atrás quedaron los mayores sufrimiento que existían en el campamento.

Los nuevos obstáculos
La historia de luchar por una casa y, a través de ella, una vida digna, no terminó con la erradicación. Después de dos meses en que dejaran la toma comenzaron a aparecer nuevos problemas. La cesantía de gran parte de los pobladores amenaza la aparente estabilidad que han logrado en sus departamentos. El pago de cuentas debe hacerse igual y muchos no tienen de dónde sacar plata.
La ayuda de las diversas instituciones que antes llegaba al campamento ha disminuido notoriamente. La nueva casa los debería impulsar a valerse por si mismos, pero después de tres dividendos impagos aparece el fantasma del desalojo.
Para enfrentar los problemas los pobladores no han querido organizarse. Han pasado dos meses y ni siquiera han abierto una sede vecinal. Rechazan la misma organización que tanto les ayudó a tener una casa propia y, por lo mismo, se les han sumado terribles consecuencias.
Lo organización que más echa de menos Sandra Román del antiguo campamento es su amada Olla Común. Hoy su principal preocupación es el almuerzo, ya que en su nueva casa gasta cerca de 1500 pesos diarios por comida -aún cuando no incluye carne en la dieta- y en el campamento sólo pagaba 200 pesos semanales y comía carne todos los días.

Los nuevos obstáculos
"La echo de menos. No tan solo por la comida, por todas mis amigas que tenía allí. O sea, lo que decíamos allá de que cuando llegáramos acá igual íbamos a estar juntas, íbamos a estar en las buena y en las malas, resulta que llegamos acá y es todo diferente", dice Sandra.
La falta de unidad y organización no sólo ha afectado los almuerzos de los pobladores. La delincuencia, el alcohol y la droga también ha aparecido asociada a la desunión y desorganización. Según José Araneda esto es "porque si cada uno está en su metro cuadrado en la casa y se encierra, las calles las toman los drogadictos, la gente que trafica, la gente que de mal vivir".

Sueños a medias
En el campamento, Ruby soñaba que llegando al departamento su hijo dejaría la droga y volvería al colegio. Más que mal él se lo había prometido, pero su gran ilusión tuvo un vuelco inesperado. Hace una semana su hijo decidió dejar la casa. Se fue lejos con la esperanza de encontrar un lugar que le ayude a dejar su adicción.
En tanto, Jovita -quien desde hacía 22 años tenía el sueño de encontrar a su hijo- decidió ahora partir rumbo a Osorno para encontrarlo. Hoy tiene el valor suficiente; es propietaria de una vivienda y tiene un lugar digno para traerlo de vuelta.
A pesar de la buena recepción que tuvo el hijo de Jovita, Patricio no se pudo ir con ella de vuelta a Santiago como soñaba; él ya tenía una familia en Osorno.
De todas las personas que recibieron sus departamentos, Rosa -la misma que intentó suicidarse junto a sus cuatro hijos mientras estaba en el campamento- es la jefa de una de las pocas familias que lleva todas sus cuentas al día. Para ello debe trabajar 10 horas diarias en una fábrica de pelotas donde gana 90 mil pesos al mes. Además creó un comedor para los niños más necesitados de su block, ya aunque lo financia a duras penas, gracias a la solidaridad de sus compañeros de trabajo ha salido adelante.

"Las Caciques"
El club deportivo "Las Caciques" es la primera institución oficial de la nueva Villa. Ellas se han convertido en la esperanza del antiguo campamento para que todos se vuelvan a organizar y enfrentar, unidos como antes, sus graves problemas.
De una u otra forma, el deporte ha servido para volver a generar los lazos que existían antes. Tal como en el partido, la lucha por lograr un hogar digno es un objetivo para el que faltan todavía algunos goles. Sin embargo, ya tienen lo principal: Un lugar propio y su alma, el alma del campamento.

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